Julieta Valero

Canción Del Empleado (in Spanish)

 

Somos perros que abandonan perros.
Discurrimos por senderos que recuerdan el sonido de los enjambres.
A los dioses no les aguarda un futuro mejor.

 

                                                                       I

Voy a morir y ésos son mis linajes.

He venido a un lugar donde la belleza se mide en piedras 

          de hombre para decirme;

he venido y permaneceré hasta trazar un contorno con las 

          partículas de lo invisible;

un contorno que me declame: rostro, olor, vulva del 

          pensamiento.

He venido a nombrarme justo antes de que mis ojos se abran 

          para siempre.

 

Porque no nací hija de patricios, aunque guste de los frutos 

          del mar y también simpatice con la avena

porque no tuve habilidad para burlar a los mercaderes y no 

          hay perdón, pues conocía las epidemias que esparcen

porque voy a morir de un mal elemental y va a ser en ausencia 

          de héroes.

Ocurre algo sencillo y terrible:

el hambre condena, el frío condena

hay una muerte antes de la muerte y es este comercio

salvarse del hambre y el frío condena y en las horas se da 

          una mudanza genocida donde pierden la vida vida e 

          imaginación.

No de niña y no sé cómo pero creí finalmente a los 

          nigromantes que gritaban desde las crestas de la 

          ciudad

que la gesta había muerto, que la pasión es un tumor.

                                                                       II

Voy a hablar para las niñas que se huelen las manos y aún 

          me recuerdan

 

para los muchachos pescadores que me enseñaron a seducir 

          a los vientos y a sumar su furia a mi ruta

mientras creían que hablaba su idioma

mientras creían a dios y a dios a su favor

 

voy a hablar para los del encuentro irreparable

y voy a hablar para la dama con ojos de campiña y ubres de 

          leches eternas.

Ésa es mi madre.

Ellos se merecen que pronuncie mi nombre antes de la 

          extinción.

Mi recuerdo será la enredadera donde caiga la ciega que 

          viene a usurparme.

A imagen y semejanza.

Niñas, Madre, Muchachos, ¿cómo advertiros?

          tiene un brillo que se vuelve imprescindible en el 

          tiempo en que se fabrica una montaña

tiene un libro donde encuentran sepultura todos los 

          sabores y un pájaro al hombro que se traga un quejido

           y escupe un mapa.

En el arco que yo describa para habitarla, en esa lenta pirueta 

          sobre aguas hediondas consiste mi muerte.

                                                                       III

¿Por qué yo?

¿O por qué no yo exenta de este desgarro por un golpe de 

          azar?

Sólo es hermosa la salvación del que casi está desconsolado.

Sólo entiende la salvación el Herido Grave.

Yo respondería con la alegría sin gusano del padre primerizo 

          y del patrón que halla peces

la del que expulsa su fluido y se ignora un instante

la del reo amordazado y todo era un simulacro

la del minero que reconoce de nuevo el sol

la alegría abisal del animal en su siendo.

Esta bula que pido no le vale al atleta del oro es despreciada 

          por quien cree en la obra de los hombres y es ignominia 

          para los próceres del progreso.

Todos ellos tienen la ira y la razón, su reino en este mundo 

          y su razón.

Si algo me salva, prometo el agradecimiento del niño por 

          su castigo, de los límites por el tahúr, del loco por 

          la calefacción.

Pero sé que nada me absuelve; mis padres no son patricios 

          y mi alma recela del vicio fingido y de la quietud de

           los yates. Nadie va a absolverme.

Y no vengo como la Princesa de los Placeres.

No conozco ingenios para volar más alto y hay días en que 

          apenas puedo moverme.

No vengo a segregarme de mi prójimo ni a que ponga su 

          medida a avergonzarse ante las perlas de mi sangre.

Sólo tengo la sangre de una edad y su color promete cansancio 

          y fluye a la caza de ternura.

Perdonadme. Mi delito es haber comprendido cómo dibujaron 

          este infortunio.

El rostro es una enfermedad, la conciencia una pandemia 

          y yo sólo pido morir de mis males.

Pido espacio para fallecer.

Pido que vacíen la habitación de los juegos, que entre la luz 

          y nadie distraiga el pánico de las paredes.

Pido domicilio para la transfiguración porque sólo en ella 

          aprecio la palabra casa, satisfago a la semilla del 

          silencio y cojo cariño a la impasibilidad de los árboles.

Si alguien me salva de esta muerte por jornadas, prometo confundirle con
la salud.
Si algo me libra del evangelio de la utilidad, prometo llamarle 

 

          causa de los colores

          dominio de la imaginación
          pan de lo ausente

          libertad.

 

 


Julieta Valero
“Canción Del Empleado” fue publicado en Los Heridos Graves [The Seriously Wounded] (Barcelona, DVD, 2005).

 

Se puede leer y escuchar el poema traducido al inglés aquí.